IBAN: ES56 0237 0330 1091 5680 4577
BIZUM: 01212
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nº 01212
HUMILDAD
Humildad
Señor, nos cuesta la humildad.
Nos creemos mejores que esos que no van al templo.
Aléjanos de la soberbia, Tú, el Cordero de Dios.
Señor, no somos muy buenos en afabilidad.
Nos tomamos tu (nuestra) exigencia muy en serio.
Aléjanos de la dureza de corazón, Tú, la ternura de Dios.
Señor, no entendemos muy bien eso del altruismo.
No aparece ni en la liturgia ni en el Catecismo.
Ni en el compendio de la Doctrina social de la Iglesia.
Aléjanos de los doctrinarismos, Tú, el gesto de amor fascinante de Dios.
Señor, tantas y tantas veces nos da miedo la pobreza.
Nos es muy difícil la cercanía a esas realidades.
Aléjanos del rechazo a la pobreza, Tú, el siervo de los tirados en los barrancos de la vida.
Señor, no alcanzamos a relacionarnos sin desinterés.
Los pequeños egoísmos de nuestros pequeños egos nos vencen.
Aléjanos de las pequeñas mezquindades tan demasiado humanas, Tú, la santidad más humana.
Señor, lo gratuito nos resulta muy difícil.
Reflejamos demasiado los valores dinerocentristas de nuestra cultura.
Aléjanos del narcisismo rampante que nos intoxica, Tú, la verdad de la comunión de toda la realidad.
Señor, no sabemos ser mansos y humildes de palabra y de corazón.
La lucha por salirnos con la nuestra muchas veces nos vence y nos arrastra.
Aléjanos de la pulsión de predominar, Tú, la mansedumbre santa y justa.
Señor, la pobreza de espíritu.
Señor, la sencillez.
Señor, la simplicidad.
Señor, haznos ver y comprender que
la pobreza de espíritu,
la sencillez,
la simplicidad son fuente de riqueza,
de esa riqueza santa y fascinante
que nunca se acaba,
como tu presencia
compasiva y misericordiosa.
VA EN SERIO
Señor, va en serio lo de la verdad de la vida.
Y nosotros, enredados en nuestras peleítas,
colonizados por la cortedad de miras rampante entre las ruinas que vivimos.
Señor, va en serio lo hacer el bien en la vida.
Y nosotros, encerrados en nuestros canijos egos,
haciendo resonar la miseria moral que a veces nos rodea.
Señor, va en serio de la justicia en el cuidado de la vida.
Y nosotros, acomodados en nuestras creencias tranquilizantes,
negociando con los supuestos inhumanos de la cultura en quiebra que nos moldea.
Señor, va en serio de la fraternidad de todos los seres humanos.
Y nosotros, moldeados por los emocionalismos que nos rodean,
aplicando etiquetas y etiquetas como si fuéramos los que controlan la santa variedad de la vida humana.
Señor, va en serio lo de la oración a ti.
Y nosotros, llenos de soberbia, nos creemos que ya nos sabemos eso de ser y vivir como cristianos,
nos creemos los gestores de lo que se supone que debemos hacer para ser cristianos de bien.
Señor, va en serio lo de la libertad de los hijos de Dios.
Y nosotros, miedosos, nos agarramos a las consignas de los profetas predicadores de sí mismos,
y nos creemos que ya tenemos muy claro lo que hay que hacer en estos tiempos de caos y nieblas.
Señor, va en serio lo del crecimiento personal y espiritual.
Y nosotros, como las marionetas de los teleñecos, tan infantiles,
parecemos discos rallados, hacemos y cantamos lo mismo, lo mismo durante décadas.
Señor, va en serio de la convivencia en paz.
Señor, va en serio el compromiso para construir un mundo mejor.
Señor, va en serio mírate cara desde nuestra extraña realidad que nos zarandea.
Señor, vas en serio.
Muy en serio.
Apiádate de nosotros,
cristianitos asustados,
en medio de tantas ruinas,
con nuestros rezos,
con nuestras peregrinaciones,
con nuestras rutinarias celebraciones.
Señor, susténtanos,
que nos asustan los monstruos
en este extraño tiempo
donde no sabemos bien
lo que está muriendo,
lo que está naciendo.
Señor Jesús,
haznos ver tu presencia
santa,
justa,
esperanzadora.
Señor Jesús,
haznos escuchar
tus palabras de vida eterna,
tus palabras de esperanza,
tus palabras que nos vertebran.
Señor Jesús,
Maestro,
Mesías,
Luz de luz.
ENTRE EL FUEGO Y EL MIEDO
Señor, vivimos entre el fuego y el miedo,
entre el quiero y no puedo,
entre el compromiso y la comodidad.
Señor, vivimos entre el entusiasmo y la resignación,
entre la lucidez y el vivir con los ojos cerrados,
entre la entrega y la autoafirmación.
Señor, vivimos entre la empatía y la indiferencia,
entre la solidaridad y el “no podemos hacer nada”,
entre la fraternidad y el individualismo.
Señor vivimos entre la comunión y el individualismo,
entre la pasión y la apatía,
entre la audacia y lo pusilánime.
Señor, vivimos entre la misión y el autocentramiento,
entre la energía y el cansancio,
entre la alegría y la tristeza.
Señor, vivimos entre el sentido y el hastío,
entre la lucidez y el desencanto,
entre la libertad y el desconcierto.
Señor,
aliéntanos más,
libéranos más,
ábrenos más.
NOS ENCUENTRE EN VELA
En vela… esperándote.
Pero andamos distraídos, en nuestras ensoñaciones , en nuestros caprichos, en nuestras peleítas.
En vela… apoyados en la fe de toda la constelación de creyentes de la historia de la humanidad
Pero nos agarramos a lo que sea con tal de sentir algo de seguridad humana, demasiado humana.
En vela… enraizados en la confianza de todo acabará bien.
Pero vivimos asustados porque nos fijamos en los ruidos extraños que generan los tiempos que vivimos.
En vela… en paz con nosotros mismos y con la realidad.
Pero dejamos mucho espacio a los miedos, a las ansiedades, a los miedos que brotan de nuestras cegueras.
En vela… serenos como un niño en brazos de su madre.
Pero agitados por las heridas de nuestras ignorancias y nuestra mediocridades.
En vela… sensibles a tu presencia misteriosa y salvadora.
Pero turbados por las sombras de nuestra biografía, tan fragmentada a veces.
En vela… conscientes la lucidez tranquila que da el saberse dentro del camino de salvación.
Pero irritados porque las cosas nos salen como nosotros queremos: así de infantiles somos.
En vela… alimentados de la sabiduría de quien ha sabido intuir la fuerza del evangelio.
Pero nerviosos porque no nos acabamos de creer la potencia del evangelio.
En vela… seguros como quien sabe que todo tiene un destino de amor y comunión.
Pero miedosos porque no queremos soltar nuestras ideas, nuestras seguridades, nuestros supuestos logros.
En vela… siguiendo las mejores intuiciones de nuestro corazón.
Pero haciendo pequeñas trampas para que nos creamos que hemos acertado de verdad en lo que hacemos, decimos o deseamos en nuestra vida.
En vela… sintiendo que estamos alineados con el poder de Dios.
Pero creyéndonos mucho mejores y mucho más merecedores que los que “no son de los nuestros”.
En vela… conectados con las santas energías del universo y de la humanidad.
Pero vivimos como si la vida fuera una especie de sálvese quien pueda.
En vela… insertos en el fluir de la vida, de la consciencia, de la comunión.
Pero poniendo peros constantes a lo que la realidad nos ofrece día a día.
En vela… Pero encerraditos en lo nuestro, ciegos a los signos de los tiempos.
En vela… Pero sin salir de nuestras comodidades que controlamos.
En vela… Pero negando nuestra sed de plenitud, de humanidad, de salvación.
¡Despiértanos, Señor!
¡Sacúdenos, Señor!
¡Vivifícanos, Señor!
ATESORAR
Atesorar
Señor, somos como somos,
pequeños egos
que sobrevivimos como podemos
en estos extraños tiempos
que nos asustan y nos paralizan.
Señor, somos como somos:
buscamos atesorar validaciones externas, éxitos, prestigios.
Pero en el fondo de nuestro corazón ansiamos tu mirada sobre nosotros.
Señor, somos como somos:
necesitamos poseer, acumular, presumir para sentirnos alguien ante los demás.
Pero en el fondo de nuestro corazón sabemos que sólo tú calmarás nuestra sed.
Señor, somos como somos:
despreciamos una y otra vez a los que consideramos que son mejores que nosotros.
Pero en el fondo de nuestro corazón sabemos que nuestras heridas sólo las puedes sanar tú.
Señor, somos como somos:
vamos por la vida con una amplia gama de disfraces para quedar bien sea como sea.
Pero en el fondo de nuestro corazón sabemos que tú conoces lo que habita en nuestro corazón.
Señor, somos como somos:
expresamos muy a menudo nuestra frustración porque las cosas no salen como queremos.
Pero en el fondo de nuestro corazón sabemos que todo lo que pasa tiene un designio de amor.
Señor, somos como somos:
huimos de nosotros mismos con nuestra hiperactividad, nuestra inquietud, nuestra aceleración.
Pero en el fondo de nuestro corazón sabemos que sólo podemos descansar en la comunión contigo.
Señor, somos como somos:
nos interesan, de verdad, pocas cosas de los demás.
Pero en el fondo de nuestro corazón sabemos que somos uno en nuestra peregrinación hacia el Reino.
Señor, somos como somos:
vamos de tibieza en tibieza frente a las necesidades de amor nuestras y de los demás.
Pero en el fondo de nuestro corazón queda el rescoldo que sólo tú puedes avivar.
Señor, somos como somos:
acumulamos mediocridades,
acumulamos miedos,
acumulamos justificaciones.
Señor, somos como somos:
humanos demasiado humanos.
Señor Jesús,
ten piedad de nosotros.
Dios padre, Tú, donde estamos implantados
Dios padre, Tú, el abrazo primero y el abrazo final.
Dios padre, Tú, el aliento de nuestra vitalidad.
Dios padre, Tú, el amor primero, el amor constante, el amor final.
Dios padre, Tú, el amor sobre todo amor.
Dios padre, Tú, el fundamento de todas las energías en las que somos, nos movemos y existimos.
Dios padre, Tú, el impulso originario fascinante y misterioso
Dios padre, Tú, el lugar de nuestro arraigo en el amor.
Dios padre, Tú, el manantial inagotable de sentido
Dios padre, Tú, el misterio del misterio.
Dios padre, Tú, el motivo esencial de lo que nos pasa.
Dios padre, Tú, el núcleo de nuestra aventura en la vida.
Dios padre, Tú, el origen de la sed que habita el corazón.
Dios padre, Tú, el principio fecundo de todo principio.
Dios padre, Tú, el Ser inabarcable.
Dios padre, Tú, el silencio sonoro por los siglos de los siglos.
Dios padre, Tú, el sustento de lo mejor de la vida.
Dios padre, Tú, inicio de los inicios.
Dios padre, Tú, la base elemental de cualquier comunión.
Dios padre, Tú, la explicación última de lo que nos pasa en la vida.
Dios padre, Tú, la fuente de comunión y esperanza.
Dios padre, Tú, la garantía de que todo acabará bien.
Dios padre, Tú, la generación de cualquier paz.
Dios padre, Tú, la identidad profunda de cada
Dios padre, Tú, la inteligencia amorosa y fecunda.
Dios padre, Tú, la luz primera primordial.
Dios padre, Tú, la palabra creadora constante.
Dios padre, Tú, la presencia asombrosa y enamorada.
Dios padre, Tú, la raíz de toda raíz.
Dios padre, Tú, la verdad de las verdades.
Dios padre, Tú, la verdad primera permanente.
Dios padre, Tú, lo básico de la fraternidad.
Dios padre, Tú, lo esencial de la vida de los vivientes.
Dios padre, Tú, lo imprescindible de cualquier esperanza humana.
Dios padre, Tú, lo indispensable de la humanidad ahora y siempre.
Dios padre, Tú, lo inicial, lo contino, lo final.
Dios padre, Tú, lo necesario de cualquier sí a la vida.
Dios padre, Tú, lo primigenio de cualquier experiencia humana.
Dios padre, Tú, vida de toda vida.
Vivimos inquietos y nerviosos.
Tantas veces agobiados por el rendimiento.
Tantas veces sin tiempo.
Tantas veces arrastrados por los plazos,
presionados por los objetivos,
agobiados por querer controlar lo que nos pasa,
por quedar bien,
por no perdernos nada.
Vivimos inquietos y nerviosos.
Todo pasa muy deprisa.
Todo lo queremos muy deprisa.
Todo tiene que estar perfecto.
La mentalidad Amazon nos devora.
Vivimos inquietos y nerviosos.
El pasado no acaba de irse
y nos laceran latigazos
de culpabilidad,
de resentimiento
de fracaso:
las heridas abiertas
de lo que pudo ser y no es.
Vivimos inquietos y nerviosos.
El presente nos abruma,
nos desborda,
nos da miedo.
El cinismo social,
el individualismo narcisista,
la codicia insaciable:
lacras de corazones duros
que niegan la belleza real de la vida
con sus sádicos flagelos.
Hay demasiado sufrimiento humano evitable.
Hay demasiadas locuras políticas evitables.
Hay demasiada frustración humana evitable.
Vivimos inquietos y nerviosos.
El futuro nos asusta.
Como olas malignas
vemos crisis y crisis que ya empiezan a golpearnos.
Los dinamismos económicos son insostenibles.
Las dinámicas sociales son insostenibles.
Nuestra relación con la Madre Tierra es insostenible.
No vemos caminos para la paz.
No vemos destellos de justicia real.
No vemos convivencia basada en la confianza.
Vivimos inquietos y nerviosos.
¿Dónde encontrar fundamento a lo mejor de nuestra humanidad?
¿ Dónde encontrar referentes para nuestro crecimiento personal y espiritual?
¿Dónde encontrar maestros que alimenten nuestra sed de plenitud,
nuestra sed de belleza,
nuestra sed de comunión?
Señor,
nuestro pasado en tu corazón.
Señor, el presente, en tu corazón.
Señor, el futuro en tu corazón
Contigo, Señor.
Contigo, el hoy de Dios.
Contigo, en tu presencia,
el amor sobre todo amor.
Frente a los duros de corazón, la mirada de misericordia.
Enséñanos, acompáñanos, Señor Jesús, el más humano de los humanos.
Frente a los narcisistas que dictaminan, la comprensión con misericordia.
Enséñanos, acompáñanos, Señor Jesús, el más humano de los maestros de humanidad.
Frente a la superficialidad que desperdicia vidas, irradiar misericordia.
Enséñanos, acompáñanos, Señor Jesús, el más humano de los cuidadores de la vida.
Frente al ídolo de la productividad, la presencia de misericordia.
Enséñanos, acompáñanos, Señor Jesús, el más humano de creadores de gratuidad.
Frente a los desesperanzados, la cercanía con misericordia.
Enséñanos, acompáñanos, Señor Jesús, el más humano de los sembradores de esperanza.
Frente a los que sobreviven en soledad, la palabra oportuna cargada de misericordia.
Enséñanos, acompáñanos, Señor Jesús, el mejor ejemplo de quien tiene en corazón en su sitio.
Señor Jesús, atender al presente humano que tenemos delante.
Señor Jesús, actuar contra el sufrimiento evitable.
Señor Jesús, cuidar lo esencial de los seres humanos que tenemos cerca.
Señor Jesús, el herido nos muestra la llamada a la comunión.
Señor Jesús, el herido nos muestra un camino de salvación que mejora el mundo.
Señor Jesús, el herido somos cada uno de nosotros.
Señor, que veamos a los demás como lo que son personas, hermanos, vivientes hijos del Dios de la Vida.
Señor, que veamos esto tan esencial en estos tiempos extraños, convulsos, inhumanos en tantos y tantos lugares, cercanos y lejanos…
Señor, que nos asociemos para el bien, que expandamos la misericordia, que cooperemos con la justicia con los hombres y mujeres de buena voluntad que nos encontramos en el camino.
Señor, que no nos escandalicemos cuando, al fin, descubramos, que el malherido, eres tú mismo…
¡Ponerse en camino!,
cuidando la vida
en lo diario,
en lo pequeño,
en los detalles,
con el reino como horizonte,
con la esperanza cierta
de que lo mejor está por venir.
¡Ponerse en camino!,
peregrinos entre ruinas
que nos dañan
y destellos de lo nuevo
que surgen por la fuerza
inagotable del Espíritu…
destellos
que nos alimentan,
que nos mejoran,
que nos llenan de esperanza.
¡Ponerse en camino!,
exploradores de indicios nuevos del Reino,
enraizados en miles de años
de experiencia en la santidad del Reino,
de experiencia en la santidad de la misión,
de experiencia en la santidad del Espíritu.
¡Ponerse en camino!,
navegantes hacia nuevas rutas
de encuentro,
de comunión,
de crecimiento
como hijos de Dios,
como seres humanos,
como vivientes enraizados
en la fuente inagotable
de la vida.
¡Ponerse en camino!
aportando lo que falta,
con humildad,
con rotundidad,
con la comprensión que nos da
el deseo de fraternidad,
el deseo de comunión,
el deseo de justicia
que brota de lo mejor
de los corazones
de los seres humanos.
¡Ponerse en camino!
llamados,
enviados,
capacitados,
con la libertad de los hijos de Dios,
con la lucidez de los hijos del Reino
con la humildad de los que cumplen
la voluntad de Dios,
Padre de todos,
Padre de la vida inagotable,
Padre del amor siempre presente.